Los cambios son posibles
Cuando las oportunidades llegan a nuestro favor, las recibimos de par en par. Sin embargo, el dar oportunidad a otros es una encrucijada, mucha más cuando se trata de personas que le fallaron a la sociedad con un crimen, violación, tráfico de drogas, estafa, etc.
Estigmatizar a un ser humano para nada ayuda a un cambio de actitud del individuo que le debe al país por sus actos. Esto lo aprendí en el devenir de mi trabajo en la Oficina de Comunicación en el Sistema Penitenciario.
Al caminar por los centros penitenciarios, si marchas en la dirección correcta, verás cómo se desborda la sed de las personas privadas de libertad a que se les otorgue una segunda oportunidad, gente con talento innatos, otros aprendidos en prisión, con el deseo ferviente de cambiar el rumbo de sus vida para jamás volver a caer tras los barrotes.
La responsabilidad de crear espacios propicios para una resocialización, no solo recae en los funcionarios del Sistema Penitenciario, también requiere de una reingeniería de toda la sociedad, en ver que nuestros compromiso de país es ayudar aquellos que perdieron la brújula de sus vidas y enrumbaron sus esfuerzos hacia el delito, que para nada ayuda a construir un mejor futuro para las próximas generaciones, en más se convierten en un cáncer que carcome los cimientos, enfermedad que se cura con oportunidades.
El ver a personas como Franklin Ayone y Jorge Santos, fundadores de los programas Ecosólidos y Sembrando Paz en La Joyita respectivamente, son testimonios claros que “Los cambios son posibles”.
En el caso de Ayone, en vez de dejarse arrastrar por los obstáculos en la cárcel, plasmó sus huellas en el reciclaje: “No trabajamos con basura, miren esto como un paso a la libertad”. Ecósolidos se convirtió en referencia regional de cómo desde la privación de libertad se puede crear conciencia ciudadana de las tres erres para cuidar el medio ambiente: reducir, reutilizar y reciclar; en La Joyita se le agregó una cuarta: resocializar.
Al salir de prisión, brinda oportunidades a los privados de libertad con la fundación Geo Azul, en donde ofrece trabajo para aquellos que están a punto de salir de prisión y a la vez ayudar al ecosistema.
Mientras que Santos, pese a su condición de inocente —ganó su caso en apelación—, nunca bajó la guardia y decidió producir en vez de quejarse. Coloco sus conocimientos en agronomía en Sembrando Paz, proyecto de donde han salido miles de plantones nativos que contribuyen a la reforestación de Panamá.
Puedo seguir enumerando testimonios reales de cambio, historia de éxito, pues solo se pierde la libertad al ingresar a un centro penitenciario. El ingenio, la creatividad y el reinventarse vuelan por doquier en las celdas, siempre y cuando aquel ser humano en prisión tenga a mano las oportunidades.
Al mostrarles otro horizonte, sale a relucir ese ciudadano que produce, aquel que estaba muerto y resucita con un empujón que los hace vislumbrar otro panorama con miras a tener un sustento digno sin que nadie los persiga.
Desde la cárcel de mujeres, en el programa Mi Voz para tus Ojos, se graban audiolibros para personas no videntes, también se filman documentales; en Casa Granja de Llano Marín los reclusos aprenden a producir la tierra y criar aves de corral; Integrarte con sus talleres de costura y ebanistería iluminan con sus obras de arte, línea de ropa, etc. Otros lograron sacar su bachillerato, una licenciatura, obtuvieron conocimientos en electricidad, construcción, atención al cliente… cursos que dicta el Instituto Nacional de Formación Profesional y Capacitación para el Desarrollo Humano.
Se trata de un esfuerzo mancomunado Gobierno- sociedad, que codo a codo militen en un mismo objetivo: resocialización.
Empresas, oenegés, organismos internacionales e iglesias se han sumado a esta ardua batalla y prefirieron participar en la edificación de estos individuos, que a regresarán a la sociedad, porque “Los cambios son posibles”