¿Aprendimos la lección?

El siglo XX se caracterizó por ser muy agitado, muchas cosas pasaron en 100 años. Se dieron grandes descubrimientos el hombre viajó a la luna, sufrimos dos guerras mundiales, nació la Unión Soviética, los bolcheviques se toman el poder, se cae el muro de Berlín, el bloque socialista desaparece, grandes personalidades del mundo científico, cultural y deportivo se destacaron.

Vivimos las mejores épocas de la música, el cometa Halley lo vimos pasar, descubrimos la tumba de Tutankamón, muere Lenin y entra al poder Stalin, nace la televisión, Estados Unidos y La URSS se enfrentan en una guerra fría, el mundo queda al vilo con las amenazas de una tercera guerra mundial, estalla la planta nuclear de Chernobil, se descubre la penicilina, se estrena la película Lo que el viento se llevó, se desarrolla la guerra de Vietnam, Estados Unidos invade Panamá, muere Omar Torrijos en un accidente aéreo, Yuri Gagarin llega al espacio, Margaret Thacher se convierte en la primera mujer en ser primera ministra de Estado del Reino Unido, se construye el Canal de Panamá, se desatan las guerras en el Medio Oriente, los precios del petróleo se dispara, desaparecen los dictadores de América Latina, las inundaciones y terremotos nos azotan, aumenta la temperatura del planeta, nacen los talibanes, aparece la internet, los tratados Torrijos Carter le devuelven a Panamá la Zona del Canal, Mijail Gorbachev se convierte en el primer y último presidente de la URSS, los atentados terroristas estuvieron a la orden del día, etc, etc, etc. Un largo etcétera que resume que el siglo XX marcó el destino de la humanidad.

Pero llegó el siglo XXI y en menos de seis meses el mundo se paralizó, todo cambió, la vida se nos volteó, nuestras tradiciones se frenaron: llegó el Coronavirus. Un virus que decidió darnos una lección a todos. Un enemigo silencioso que nos ha ido mermando poco a poco y haciéndonos entender que en este mundo, somos una parte del engranaje y que sin nosotros el mundo sigue su curso. Si estamos bien, por nosotros; y si no estamos, igualmente, no hacemos mucha falta.

La Covid-19 marcó el futuro del ser humano, nos derrumbó el piso en pocos días, a tal punto que aún muchos estamos preguntándonos qué pasó. ¿Y la lección? la habremos comprendido, o sencillamente la vimos pasar a lo lejos sin escuchar el mensaje.

El Coronavirus llegó para quedarse en nuestras vidas, el virus decidió cambiar toda la evolución de nuestro mundo, una enfermedad que nos ha barrido sin contemplaciones. Hoy, hemos entendido que no importa ser rico, pobre, blanco, negro, indio, hombre, mujer, homosexual, bueno, malo, inteligente, feo, hermoso, alto, bajo, flaco, viejo, joven, niño eso no tiene mayor problema: el virus sin contemplaciones nos mata.

Nos hemos pasado años luchando por la libertad, la democracia, la fraternidad, contra la discriminación y en pocos días, todo se acabó. Estamos todos en cautiverio, pidiendo a gritos salir para sentirnos en libertad, pero cuando salimos, nos morimos.

Hemos estado por décadas tratando de componernos el rostro para vernos más bonitos, buscando nuevos maquillajes, fórmulas para no envejecer, comprando lentes carísimos, cambiándonos el color de los ojos, inyectándonos sustancias para que la flacidez de la piel no se nos marque y llegó el Coronavirus y nos impuso una máscara en el rostro, con la cual ya ni reconocemos a los que nos rodean. Qué ironía del destino.

Años recomendando comidas y dietas para perder peso. Utilizando muchas horas en ejercicio para estar saludable, buscando aire puro para respirar porque la contaminación nos estaba matando, pero la Covid-19 nos encerró y ahora no podemos ni respirar aire puro, ni hacer ejercicios al aire libre. Y muchos pierden peso porque la Covid-19 no les permite ni comer.

Años, tras año buscando un acenso para gozar de un buen salario, años soportando los duros momentos laborales, sacrificando todo por un mejor trabajo, pero el Coronavirus nos dejó sin trabajo.

Década tras década pasamos ignorando el llamado de nuestros guías espirituales, pues para muchos eran superchería, otros solo creyeron en la vida por casi combustión espontánea y la muerte como la forma de extinción de ese proceso. Nos burlamos de las creencias, pero llegó el Coronavirus y nos mandó a las iglesias a rezar y a orar, y las iglesias estaban cerradas. Ahora sí encontramos tiempo y espacio para pedir por la vida, por la salud y por nuestros seres queridos.

Hemos hecho grandes cambios en búsqueda de educarnos mejor, mandamos a nuestros hijos a estudiar a grande universidades y centros de renombre, pagamos grandes sumas de dinero por la educación, le exigimos a los gobiernos mejores condiciones de estudio en el sector público, pero llegó la Covid-19 y nos obligó a cerrar las escuelas, universidades. Comenzamos a estudiar a distancia.

El virus nos alejó de los vecinos, amigos de las fiestas, de las descontroladas parrandas, del abrazo y del beso del amor. Nos obliga a salir con miedo, a sobreprotegernos, a entrar en una guerra contra un enemigo invisible, a tenerle miedo al mañana, a recordar el pasado con tristeza y a añorar los momentos felices.
El mundo se recompone, la naturaleza nos pasa la factura. ¿Aprendimos la lección?

Publicado por: César Iván Castillo H.